Nuestra gente

Hemos ayudado a...

Pietro

Crecí en Italia, donde nací en 1988 y desde pequeño estuve acostumbrado a viajar, primero con mis padres y luego de mayor solo o con amigos. Un día decidí hacer un viaje en bici desde Verona, mi ciudad, a Estambul (fuí Boy scout, por lo que ya contaba cierta experiencia). Allí conocí a muchas personas sirias que habían escapado de la guerra, decidí hacer fotos y compilar sus historias; quería serles de utilidad.

En 2016, en Idomeni en la frontera de Grecia con Macedonia había paralizadas 15.000 personas de Siria, Irán, Iraq y Kurdistán. Todos los medios de comunicación estaban cubriéndolo, así que con un grupo de seis decidimos ir a ver qué estaba pasando.

Comenzamos a ayudar a las personas, solo como activistas, y tras un año fundamos una ONG en Italia y la llamamos One Bridge To- u OBT- (que significa Un puente hacia...). Desde entonces hemos financiado muchos proyectos dentro las rutas que siguen los refugiados que acceden por los Balcanes. Ahora estamos trabajando en Kurdistán, donde soy el director del proyecto, y también en Verona, Italia.

La misión principal de nuestra organización es proporcionar apoyo y también seguir compilando historias. Trabajamos en centros escolares, fundamentalmente porque nuestro trabajo se centra en el futuro de los seres humanos, y el mejor futuro para todas las personas comienza con las generaciones jóvenes, por eso que intentamos llegar a ellas.

No es cuestión de inclusión, pues la inclusión implica asimilar a alguien en nuestra cultura y son susceptibles de perder la suya. Se trata de respetar las diferentes culturas, de comprender que las demás personas son como nosotros.

No tengo estudios en derechos humanos, de hecho, estudié química y fotografía, ahora trabajo en el campo de la tecnología aplicada. Por supuesto, me debo cada día a intentar que nuestro proyecto crezca para así apoyar a las personas que más lo necesitan.

Kai

Mi historia es un poco atípica, porque soy empresario y me dedicaba a la importación/exportación. En 2015, cuando llegaron a Alemania tantos refugiados, ubicaron un campo de refugiados justo a la vuelta de la esquina de mi oficina y me acerqué para ver si podía ayudar con temas de logística.

Comencé ayudando una hora diaria y luego se convirtió en tres horas diarias. En 2016, cuando la antigua ruta de refugiados quedó interrumpida en el norte de Grecia, necesitaban que alguien condujese un camión hasta Grecia. Alrededor de 20.000 personas habían quedado varadas en los campos, no tenían nada, así que llevé un camión con algunas provisiones entre las que se incluían medicamentos, porque allí iba a encontrarme con un médico.

Todos los días hacíamos rondas por el asentamiento durante diez horas, de 10 de la mañana a 10 de la noche. No es difícil imaginar lo grave de la situación en la que se encontraban estas personas, no tenían alimentos y llevaban casi seis meses allí ya.

Le dije al médico que lo que estaba haciendo era increíble y él me sugirió que podríamos hacer algo con carácter más permanente. Me volví a Hamburgo con esa idea. Fue entonces cuando compramos un camión viejo, lo llenamos de medicamentos y lo condujimos a Grecia. Difundimos un anuncio: “!Profesionales de la medicina y enfermería del mundo, escuchad! ¿Nos ayudarían con una clínica sobre ruedas?". Yo me involucré a pesar de no ser médico y funcionó, así que comenzamos en Salónica y luego fuimos a Lesbos. Me resultó raro, pero poco después escuché que necesitaban soporte también en Dunkirk, así que ayudé a crear un proyecto similar allí.

Cuando comencé en 2016 pensaba: "Bueno, somos un país muy rico, resolveremos el problema fácilmente." Si alguien me hubiera dicho entonces que yo iba a dedicarme a esto durante ocho años, no sé si lo hubiera conseguido. Es muy duro y la situación no ha mejorado desde 2016.

Mi motivación se deriva de las vivencias sobre el terreno, muchas veces simplemente tengo que cerrar mi ordenador portátil e ir a ver qué está pasando en nuestro proyecto. Dicha motivación emana de ver la gran cantidad de trabajo que, de verdad de verdad, hay que hacer.

Jacopo

Nací en 1995 y trabajo en una organización que fundé con amigos en 2016, el año en que fuimos a la frontera entre Grecia y Macedonia por la crisis de refugiados. Tras esa experiencia, mi vida cambió.

Antes yo era un tipo normal cursando primero de filosofía, de hecho, sigo estudiándola, pero estoy cada vez más involucrado en mi trabajo actual: ayudar a las personas migrantes.

Tras Grecia nos fuimos a Serbia, Bosnia-Herzegovinia, luego a las islas griegas y después a un nuevo proyecto en Verona. Así que en los últimos ocho años he estado involucrado en este proyecto, aunque por supuesto ha habido altibajos. Durante dos o tres años pasaba más de cinco meses al año en países extranjeros. Sin embargo, en los últimos dos años me he establecido con el proyecto en Verona, mi ciudad natal, y sigo muy operativo y súper involucrado.

En realidad, la situación es un reflejo del fracaso de los valores de la Unión Europea.

Ahí estaba yo, frente a un campo embarrado en pleno invierno lleno de familias con bebés a merced del frío helado, un campo donde 20.000 personas refugiadas quedaron varadas tras el cierre de la frontera entre Grecia y Macedonia. Cuando vi la situación, me sentí totalmente perdido, era evidente que los valores europeos se ahogaban en el barro. Ese día marcó un antes y un después, ahora mi vida y mi energía se centran en las personas que sufren, aquellas que no tienen derechos, personas a las que el sistema ha olvidado.

A veces el motor de mi energía es la ira y la rabia que me produce la situación, el impacto emocional que tiene lo que veo. Si bien he transformado esta ira en el impulso que me hace seguir adelante, continuar trabajando. Algunos días me pregunto si podré seguir haciendo este trabajo toda mi vida, no lo sé la verdad. Me veo como docente, trabajando con jóvenes ya que siento que tengo algo que enseñarles.

Me debato todos los días, envidio a los amigos que trabajan de nueve a cinco y que tienen una vida cómoda. Es difícil lidiar con esto, he tenido que crearme un caparazón que me proteja de los traumas que veo a diario, no es indiferencia, pero sí salvaguarda. Son situaciones tales como que llegan los migrantes a Verona y puede que tengan que esperar 15 meses para tener su primera cita con la policía y mientras tanto…no tienen ni alojamiento, ni documentación, ni dinero. Por desgracia, la situación empeora a diario.

Fabrice

Abrí mi escuela para ayudar a las personas y hacer posible que los niños y el pueblo progresaran. Yo mismo he vivido esta situación, porque no terminé el instituto debido a la situación en la que estaba mi familia. Me costó mucho aprender inglés. De hecho, o aprendí en la playa con los turistas.

El proyecto empezó cuando me fui al campo, pensé en hacer algo por mí mismo, como montar una granja de cerdos o de pollos. Me sorprendió mucho ver a todos esos niños y niñaa pequeños en la calle, todos los días estaban sin hacer nada, como mucho iban a nadar al río.

Así que hablé con muchas personas, muchos de ellos padres y madres, descubrí que el problema era que no había escuela. Así que decidí abrir una. Hablé con mis amigos, realicé los trámites necesarios con el gobierno y hablé con muchas personas para conseguirlo.

Compré el terreno cuando pensaba dedicarme a la agricultura y ahora la escuela está construida en mis tierras.

Uno de los aldeanos me conocía porque había estudiado en mi club de inglés. Soy profesor de inglés en la ciudad y dirijo una clase inglés comunitaria para jóvenes. Esta persona había estudiado allí, así que sabía que yo quería ayudar en serio.

Además de a los niños y niñas, quería ayudar a los padres y madres, así que les dije que les compraría la madera, pues viven de vender madera.

Así que cuando empezamos la obra les compré la madera para construir la escuela. Trabajamos juntos y les motivé hablándoles del futuro de sus hijos e hijas. Les dije que sus hijos e hijas tendrían acceso a una vida mejor que ellos, que no tendrían que hacer el mismo trabajo. Esta visión le gustó mucho a las familias.

Lo hago de todo corazón, sin esperar recibir nada a cambio y lo haré lo mejor que pueda. Si tengo tiempo, lo dedicaré y Si tengo ideas, las aportaré. Mientras las personas avancen, la juventud avanzará. Todos los días pienso en cómo podemos ampliar esto, en qué puedo hacer para que estas cosas funcionen. Me mantiene ocupado y me hace feliz.


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